Generación Manute


Ha muerto Manute Bol. La noticia no ha pasado inadvertida: estamos seguramente ante uno de los iconos más poderosos que exportó la NBA a la España de los años 80, cuando era primoroso esperar a que terminase de cantar una gorda a las 2 de la madrugada de los viernes para tragarse un Hawks-Bullets que se había jugado tres días antes. Lo bueno es que como entonces Internet era sólo un espermatozoide en el cojón de algún informático norteamericano, resultaba difícil enterarse del resultado que se había producido. Ni del resultado ni de nada. Miles, millones de chavales devorábamos aquellas dos horas entre el histrionismo de Trecet y el hieratismo de Esteban Gómez (Montes y Daimiel no hicieron más que perfeccionar aquella fórmula).

Vale, molaban los triples de Bird, las asistencias sin mirar de Magic y los vuelos de Jordan, al que entonces, por cierto, teníamos como un perdedor «LeBron style» porque no ganaba un anillo ni a tiros. Pero el ídolo, el tipo que nos enganchaba por su físico insólito, era Manute Bol. 2,31 y apenas 85 kilos, una máquina de taponar, inútil en ataque. Cualquiera diría que unos años después se iba a clavar seis triples en un partido, ¿no? El hombre que mató a un león para confirmarse en la edad adulta en la ignota Sudán, el tipo que en una jugada puso cinco gorros seguidos, el que poco tiempo después se juntaría con Tyrone Bogues para escenificar un «el punto y la i» baloncestístico insuperable… La cosa es que a ningún chaval de mi clase lo llamamos «Bird», «Jordan» o «Magic», pero sí hubo a uno, el más alto, al que apodamos «Manute». Y con eso se quedó hasta hoy. El otro día le vi (tampoco mi ciudad es tan pequeña, eh) y nos saludamos. No me sale llamarle por su nombre. Creo que es protésico dental, no estoy muy seguro. Y dejó de crecer, supongo que afortunadamente para él. Porque a la vista de su biografía, al auténtico Manute lo único que le fue bien fueron sus añitos de «block shots» que le permitieron salir de la pobreza absoluta. Sin embargo, entre nosotros queda un cierto legado: estoy seguro de que hubo muchos más «Manutes» en las pandillas españolas de la época, al igual que había un «Chino» (chaval con los ojos rasgados, aunque sus padres fueran de Teruel) o un «Schuster» (futbolista y rubio).

Descanse en paz, aunque quizás tengan que acabar con el Amazonas para construir su ataúd. Siempre recordaré un día, hace un par de años, en el que llamé a un teléfono de Connecticut que estaba registrado a su nombre. Nadie lo cogió y yo me quedé sin entrevista soñada. Ya no podré tenerla.

Escrito por Javier Ortiz, redactor de El Periódico de Extremadura y colaborador de ACB.com

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