Alocen y la memoria


Los ídolos perviven gracias a la tecnología. La invención de la imprenta bautizó a los escritores y ocultó en el olvido a los anónimos escribanos, Camarón será leyenda en el tiempo mientras su voz se escuche alta por el altavoz. Nadie recuerda al bardo medieval porque sus versos murieron en el aire.

En el básket el legado se consagra en la estadística y el YouTube. Hace poco un infante jugador reconoció a Larry Bird como un muñeco de la Play. Una blasfemia que afirma que uno se vuelve mayor y que la memoria es pasajera de la nostalgia.

Eso me dice Lorenzo Alocén al otro lado de la línea. Que la edad le pasa factura y los recuerdos se le formatean. Chorradas. La lucidez de su verbo circula paralela a su marcado tono baturro. Hace tiempo que la gloria del baloncesto y la opción de una vida mejor le alejó del cierzo, pero conserva su frío en las raíces aragonesas que crecen en sus nietos.

Lorenzo fue una estrella. Quizá el primer gran jugador aragonés de baloncesto. La estadística lo marca como un gran anotador en el Real Madrid más campeón. El YouTube congela la única canasta que nunca quiso anotar, esa en propia cesta en Varese para perder un partido, cambiar una regla y salpicar de picardía la biografía del zorro Pedro Ferrándiz.

En los patios de Zaragoza nadie hablara de Alocén, todo pundonor de la fragua maña. «Todos los equipos en Europa tenían uno o dos americanos gigantes. Yo no alcanzaba los dos metros pero siempre acababa como uno de los mejores reboteadores». Narra citando sin decirlo a eso que por casa llaman rasmia o pitera.

 

AlocenAlocen fue 69 veces internacional incluyendo dos Europeos y los Juegos de México’68, estuvo dos temporadas en el imparable Real Madrid, fue mejor anotador en una temporada  jugando con el Helios, conquistó dos Ligas y tres Copas y completó quince temporadas en la élite. Terminó su carrera en el Picadero y en el Circol Catolic de Badalona. Se retiró con 36 años y se afincó en Cataluña. Ahí sigue.

Aragón solo tiene a dos jugadores esta temporada en la Liga Endesa. El último internacional absoluto fue Lucio Angulo hace más de una década. El CAI sigue una ascensión meteórico y la afición por el baloncesto se alza en este impulso. El último triunfo ante el Barcelona coloca al equipo al acecho del cuarto puesto entre la ovación de una afición recuperada. Nunca Alocén ha escuchado los merecidos aplausos de esa hinchada desde el centro de la cancha. «Una vez nos hicieron un homenaje a los olímpicos. Fue hace tiempo», recuerda.

Los partidos del CAI como local se juegan en el Príncipe Felipe. El otro pabellón de baloncesto de la ciudad se llama Siglo XXI. Un cargo y una fecha. Ambos títulos no dicen nada del vínculo de sangre entre Aragón y el baloncesto. Lorenzo Alocén, sí se merece ese nombre. La tecnología no llegó a tiempo para loar sus proezas. Lorenzo no es un muñeco de la Play para que lo reconozcan los niños y sus padres. Pero sí un pionero del baloncesto en su tierra que no debería caer en el olvido entre los suyos. Que merece un reconocimiento. Y como él otros muchos.

 

 

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