Cuando uno estudiaba periodismo, en el Cuaternario, asistí a una clase de Propaganda y Comunicación. El profesor defendía la teoría de que la universidad tendría que mantener el latín. Que todo esto era un sin Dios. Espero que este señor esté ahora bien muertecito por el bien de su salud. Sino le daría un patatús. Incertum est quando, certum est aliquando mori
En esa optativa nos tocó hacer una investigación sobre cómo los Estados manipulaban la información y a sus súbditos ilusos. Yo, argentinólogo por la gracia de Bochini, Aristarain y Los Fabulosos Cadilacs, redacté un bello informe sobre cómo el Gobierno de los Militares le comió el tarro y la vida a los argentinitos diciendo que la guerra de las Malvinas era pan comido. Les decían mientras los ingleses les corrían a trompadas. Hasta el Barrilete Cósmico en el Azteca ya saben.
Si empiezan a enumerar todo aquello que nos hemos zampado con patatas y dos huevos fritos durante estos meses caerán en la cuenta que tienen colesterol de mentiras. Que si íbamos a salir mejores de todo esto, que si en verano la cosa aflojaría porque el bicho se achicharraría, que si se iba a reforzar la Sanidad y les estaríamos agradecidos de por vida, que si con la gestión de las Autonomías esto iría como un pepino, que nunca más nos faltaría protección, que si era una enfermedad de viejos… Como los argentinos pensábamos que estábamos goleando a lo Kempes cuando realmente nos colaban todas como a John Bonello.
La vida sigue. Para los que quedamos. Ese es el juego. Vamos zagal, hasta el final, pero con la mascarilla.
Y en el baloncesto ahora toca pretemporada. Los campus de verano se han solventado con apuros y mucha distancia social si no han caído en la cancelación. Ahora las plantillas profesionales se van juntando con protocolos. Todo rula con nueva normalidad. Se sabe el calendario de la Supercopa. Las plantillas andan cerraditas. Mucho equipazo. Los canarios están que se salen. Penya, Andorra y Burgos no quieren caerse del carro. Tampoco Casademont indultando a Jason Thompson. Murcia se refuerza con conocidos. Baskonia, Valencia y Unicaja siguen en el tercer escalón. El Madrid espera a Campazzo y el Barça de Saras ilusiona.

El cuadro pinta bien. Pero…
¿Estamos seguros de que va a haber temporada?
Creo que la única forma de salvar este panorama sin riesgos es meter a los equipos en burbujas. El ejemplo de la Fase Final fue idílico y copiado por la NBA. En el envés queda el ridículo espantoso del final de Segunda, con infectados a go go, equipos entrenando en distintas condiciones, paripés, comunicados a gran escala, adulteraciones manifiestas y otros pollos fariseos… ¿Quién asegura que a la ACB y la combinación con triple tirabuzón de Champions, Eurocup y Euroleague no le vaya a pasar el mismo akelarre? ¿Cuántos partidos habrá que aplazar por positivos? ¿Cómo se adaptarán los calendarios si median confinamientos de equipos enteros o parciales? ¿Habrá que parar todo para volver a empezar, parar y hasta el infinito y más allá? Apenas llevamos cuatro bailes y ya ha saltado algún positivo entre los más madrugadores. El Estu, claro, no podía ser otro.
Preguntas difíciles de contestar, tanto como la modalidad de entrenamientos y partidos que veremos. ¿Se podrá ejercitar en 5×5 o solo 1×0? ¿Serán a puerta cerrada o con aforo reducido? ¿Se jugarán en cada pabellón o habrá también concentraciones?
Esta es una de las ideas que baraja la ACB. Se habla, se dice, de promover miniburbujas con las que vaya avanzando la cosa. Pero todo está sobre la mesa, hasta la suspensión temporal a la espera de una vacuna. Planes B, C, D… hasta la Z. A saber a lo que obliga la realidad o un organismo mayor dicte el camino. Difícil predecir.
La incertidumbre tiene más ramificaciones. Económicas, que son las que están azotando el ritmo de los acontecimientos. Habrá que saber cómo las entidades cuadran sus presupuestos sin el dinero de los abonos si se juega a puerta cerrada o aforos reducidos, que naturaleza tienen los contratos de los jugadores si resucita el Estado de Alarma y la huida a sus países, hasta cuando se ha calculado los gastos, cómo se han podido armar estos plantillones si los patrocinios iban a flojear en la pasta. No todo es tan sencillo.
Si miramos más abajo nos mareamos. Porque los jugadores profesionales mantienen un rango social que les permite el autoconfinamiento cuqui y mantenerse a tope en gimnasios y pabellones de la entidad. Pueden pagarse sus PCR y pasar sus controles. Pero la pirámide alimenticia va flojeando cuando descendemos por las LEBs, al baloncesto femenino, a las EBAs y las competiciones regionales, donde los jugones no pueden aislarse porque tienen que ir a recoger al nene a la guardería, comprar los yogures en el súper o currelar ocho horas donde toque, si no estás en un ERTE o en el paro. La cosa se va ennegreciendo. Más desprotección.
Y del baloncesto de formación no hablemos, donde tampoco hay billetes y si hay niños. Con el mareo de cómo se va a gestar el nuevo curso escolar, plantear que un deporte de contacto va a tener cabida es de Quijotes porque de tener, tiene todos los números para quedarse sin temporada. Conozco a muchos entrenadores resignados ya a la idea de solo hacer ejercicios individuales, otros frotándose las manos con la mejora técnica que van a poder fraguar sin tantas horas de táctica y algunos confiando ciegamente en las garantías que aún dan las federaciones.
Las apariencias de que todo sigue su cauce no debe engañarnos. No como a los pobres argentinos que fueron a esa carnicería por unos genocidas malparidos. Porque la realidad no es ni nueva ni normal, es cambiante y ahora mismo poco predictible. Sin ocultar las incógnitas y los riesgos. Pero tratando a todos por igual, porque aunque el criterio sea salvar la economía, el mismo valor humano tiene un benjamín del Puerta Oscura que Ante Tomic o Silvia Domíngez.