La Guerra Civil obligó al exilio a muchos intelectuales españoles. Ateo por la gracia de Dios, Luis Buñuel malvivió en Hollywood sin poder filmar una película en casi quince años. En sus memorias, el genio de Calanda contaba que en esta época de silencio solía irse al cuarto de hora de empezar la proyección de las salas de cine. Tan predictivos eran los guiones que observaba que ese era el tiempo que necesitaba para desgranar la trama y el final de los largometrajes comerciales de los Grandes Estudios.
Cuando Javier Zamora llegó al Estudiantes me hice un ‘Buñuel’ en toda regla. Será porque el Ramiro está al lado de la Residencia de Estudiantes o por compartir sentido baturro, predije en un par de sesiones que ese entrenador de buen porte y fama engalanada llegaría un día a la Liga Endesa.
El club decidió la pasada semana renovar de forma justa y merecida al técnico madrileño que se comió el marrón hace unos meses. Es un movimiento en cierta medida lógico, también por la relación de cercanía y confianza con Willy Villar, director técnico. Pero no lo es tanto si se contempla la trayectoria de la entidad y su tendencia a buscar fuera a sus cabezas de proyecto.
Javi Zamora había sido el elegido para comerse la patata caliente del equipo tras la destitución de Aleksandar Dzikic, del que había sido asistente al igual que con Josep María Berrocal la temporada anterior, en la que aún compatibilizaba el EBA. Era 21 de enero y el equipo era último, pero peor, no competía ni a las chapas. La victoria inaugural ante el Unicaja no fue engarzada con una reacción, se acumularon cuatro derrotas, pero con otras sensaciones y con la llegada de fichajes que albergaba alguna esperanza pese a estar a dos triunfos de la salvación. El parón por la pandemia y la resolución de los clubes de la Liga Endesa cerraba en los despachos una permanencia que por tercera ocasión impedía ver al Estu en LEB Oro.

Si la decisión de ceder el timón a Javi Zamora ya era una declaración de intenciones en enero, una apuesta adelantada por el ‘entrenador de futuro’ que llevaba año y medio ‘fogueándose’ en la ACB, también había un condicionante evidente: la estrechez económica. Promocionarlo era más barato que traer a alguien de fuera, que tampoco aseguraba ninguna garantía. Sin obviarla ahora, su renovación sí consolida un viraje de la entidad hacia la confianza absoluta en la cantera y la esperada Generación del 2000, de la que Zamora es un integrante más por trayectoria.
Trece años después
Hay un dato más que es significativo. Salvo ocasiones puntuales, por ceses, desde la marcha de Mariano de Pablos, obviando la segunda etapa de Pepu Hernández, que estaba fuera de la estructura colegial, no se coloca en el banquillo en el inicio del curso a un preparador procedente de la cantera desde 2007. Como ocurre ahora con Zamora, el actual entrenador del EBA del Real Madrid, tomó el mando tras una destitución, la de Pedro Martínez. De Pablos aguantaría poco en el puesto, nueve jornadas, decidiendo dimitir en noviembre y siendo sustituido en el puesto por Velimir Perasovic, que obraría una salvación agónica en la última fecha del campeonato. Esperemos que la suerte de ‘Zamo’ no sea la misma que este precedente, por el bien del Estudiantes.
Este giro no es gratuito y visualiza un ligero retorno a los orígenes, cuando a Gómez Carra lo sucedía Paco Garrido, a este Miguel Ángel Martín, y, tras el breve paréntesis de Charli Sainz de Aja, finalmente Pepu Hernández, donde se cortó la cadena. Todos de la casa. Casi siempre en playoff. Con chicos del ‘Magata’. Otra época, dicen los que no abrazan el romanticismo.
Los que vienen
Y lo es. Otro periodo. Y más ahora, con todas las dudas que suscita el coronavirus, con un ERTE de por medio en la entidad. Con las cargas económicas sin diluirse, visualizándose una crisis que va a reducir presupuestos y caché de jugadores, a los que el Estudiantes ya no tiene el acceso que tenía en décadas de éxito. El mercado es más complejo y el producto nacional pesa menos.
Pero, a mi me gusta ser optimista. Y hay motivos. Movistar seguirá patrocinando a la entidad y se maneja hasta una mejora de su aportación, un cimiento que no se mantendrá en pie en todos los adversarios en la crisis virulenta.
Y se aproxima una camada de jugadores que hace tiempo no satisfacía las reivindicaciones históricas de este patio de colegio. Adams Sola, Nacho Arroyo, Dovydas Giedraitis, Emil Stoilov, Alex Tamayo, Andriy Grytsak y Diego Alderete. Y por detrás su hermano Héctor, pese a las lesiones, y el israelí Gilad Levy. Un listado al que se incrusta Javier Zamora desde que logró el campeonato de España infantil con Madrid con Sola, Tamayo y Alderete meses antes de recalar en el Ramiro.
Porque su llegada al ‘Estu’ en 2014 desde el CB Majadahonda está completamente ligada a ellos. La decisión de que fuera director de cantera y a la par entrenador de un EBA (sustituyendo curiosamente a Mariano de Pablos) que se nutriría de esos júniors, se interpretaba como la forma de vertebrar la formación de un grupo que crecía compitiendo, esa fórmula que siempre fue la etiqueta que se le pegó al técnico por su mano para lograr victorias: campeón de Madrid superando al Madrid de Garuba o fase de ascenso a LEB Plata, oro europeo con la U18 y plata con la U16, con las selecciones FEB.
No será tan sencillo en la Liga Endesa. Ni todos los chavales podrán jugar un porrón de minutos, pocos podrán acceder aún a la primera plantilla, porque eso se lo tendrán que ganar, el salto de EBA es enorme y las primeras experiencias en LEB no han sido satisfactorias. Habrá que nutrir al grupo de una fortaleza, un músculo que no ha tenido en las últimas campañas, acertando en las incorporaciones clave, minimizando los errores. Pero, por contra, con Javier Zamora se recupera una tradición de confianza en el entrenador de la cantera que agrada, favorece la difícil existencia interna, da coherencia al discurso histórico y abre la puerta a los jugadores de la casa. El Estu se parecerá más al Estu. Una ilusión total.