Puta vida


Escuchar su sabiduria emociona. Las palabras de José Luis López Zubero no suenan huecas. Las ha rellenado en horas de pensamiento propio o amasado en lecturas y experiencias personales. He conocido pocos hombres cuya existencia tenga tantas razones para ser  contada. En su discurso, recordando con nostalgia y pasmosa concreción, resumía que su vida no son nada más que azares engarzados, situaciones nacidas de cierta suerte cósmica que nos trasladan a la siguiente casilla. En muchas no hay opciones para tomar una desición, para desviarse por un camino u otro. Relata así como gracias al baloncesto, y en un viaje a París, conoció a un americano que le dijo que si quería ser buen médico, debía irse a Estados Unidos. Así lo hizo y se convirtió en un talentoso oftalmólogo y, de paso, España consiguió en su hijo Martín la primera medalla de oro de su natación olímpica.

Hace unos meses un amigo me llamaba para contarme que José Luis Abós tenía cáncer y que la cosa pintaba chunga. Apenas unas semanas atrás había mantenido un encuentro con él en la gala de Gigantes, donde recogía el premio al mejor entrenador de la anterior temporada. Bromeamos con el equipo desigual que saldría del quinteto de aragoneses que estábamos perdidos por esa sala de Tribunal, curiosamente, a unos cien metros de la casa del otro José Luis, de López Zubero.

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Por fortuna, sin quererlo, en una reciente visita a Zaragoza, me topé en una charla cervecera con otro emigrante del Arrabal que había vuelto a casa para celebrar un aniversario especial. Hacía 30 años que él, con un grupo de amigos, había ganado el campeonato junior de España. Ese equipo de 1984 lo entrenaba un chico de La Salle que apenas era un par de primaveras más mayor que sus jugadores. Ese precoz ‘mister’ era José Luis Abós. «Era uno más», me explicaba Rafa Termis.  «Empezamos la temporada y tuvimos algún problema en el campeonato local, por lo que estuvieron a punto de destituirlo, porque lo veían muy joven. Pero enlazamos una buena racha y lo mantuvieron», recuerda Termis, que pocas horas después se reencontraría con su entrenador y sus antiguos compinches en un restaurante del centro de la ciudad.

No sé que hubiera sido de la vida de José Luis Abós si hubiera sido cesado en ese primer año y nadie lo sabrá. Luego llegarían dos campeonatos y un subcampeonato junior, su paso como ayudante del ACB, un giro vital al dejar su puesto en General Motors, su periplo americano y balear… y el retorno a casa para lograr la doble pirueta con tirabuzón sobre el resbaladizo banquillo del Príncipe Felipe: ser hijo pródigo en una tierra tan cruel con los suyos como es Aragón.

Esa ‘no destitución’ cambió la vida de un hombre y del baloncesto maño. Esos pequeños detalles que transforman todo. Esa suerte que no se alió con ‘Pepelú’ cuando aún mantenía muchas metas personales y profesionales por conseguir, aunque él quiso seguir entrenando cuando le diagnosticaron el maldito cáncer. Ese azar le esquivó en mala hora. Puta vida.

Es una responsabilidad para todos los que amamos este deporte en Aragón honrar como merece a una persona que colocó al CAI Zaragoza donde debe estar por historia y por afición. Se lo debemos.

Un comentario sobre “Puta vida

  1. José Luis consiguió lo que pocos han conseguido por estos lares: ganarse el respeto de la gente de su tierra. Fue muy criticado en sus comienzos, muchas veces no por su calidad sino porque se mezclaron amistades personales de algunas personas con su labor como técnico. Es verdad que le costó coger el timing del banquillo, recuerdo una conversación sobre esto antes de la Supercopa de Zaragoza contigo, Jacobo y mi hermano tras la presentación del libro de Jacobo, pero Pepelu aprovechó esas críticas para crecer cada vez como entrenador y llevarnos a cotas que nos parecían poco más que un sueño hace no tanto.
    Me vienen a la mente dos noches mágicas que tuve el placer de disfrutar en directo, en Valencia y en Málaga. Recuerdo como en Valencia, cuando estábamos esperándoles a la salida de la Fonteta él quiso esconderse, nos decía que los importantes eran los jugadores, no él. Recuerdo tantos grandes momentos. Será muy difícil aceptar que él ya no está, pero entre el club y nosotros los aficionados tenemos que hacer que su trabaj de engrandecimiento de este club no sea en vano. Se lo debemos. Descanse en paz.

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