Nicolás y las lágrimas del gigante


«Mira, como Marcelinho»

A cuadros. Nicolás me dejó flipado. En San Fermín no abundan los niños que conozcan a más de un jugador de baloncesto famoso. Si preguntas te dicen con suerte Pau Gasol, porque lo habrán visto en algún anuncio. ¿Y otro más? «Su hermano», dice otro listo sin acordarse del nombre de pila. Pese a que otra temporada ocho decenas de criajos se han enganchado a una canasta en este barrio al sur de Madrid, sólo hay un puñado de ellos que sigan la actualidad del baloncesto español. Tampoco es fácil. El fútbol lo cubre todo. Una anécdota. Hace poco entregamos en el club los premios al mejor compañero y la recompensa era un balón donado por KIA y firmado por José Manuel Calderón. Al anunciarlo, Denis, un peque que se peina con una raya en un costado, soltó para mi desolación: «¿Del estadio del Atlético?».

Por eso cuando Nicolás soltó lo de Huertas, cuando lanzó a la inmensa canasta a la pata coja, se abrió el cielo ante mi. Imaginaros al decirme de carrerilla la alineación completa con nacionalidades incluidas del Barcelona. Flipé en colores como él flipa en azul y grana. Desde ese día, el canijo, que para colmo es zurdo y las mete, se ganó el apodo de ‘Papanicolás’.

SanFermin_banquillo

Tal virtuosismo debía ser recompensado. Manos a la obra. En el calendario marqué la visita del Barcelona a ‘mi’ Estudiantes. La fecha no ayudaba. La clasificación del equipo catalán a la Final Four retrasaba la sorpresa. Doble traslado. Del fin de semana a un miércoles por la noche y del Palacio a Vistalegre. Pensaba que la hora suspendería mi tributo. Pero al ponerse al aparato la madre y explicarle la movida, no hubo opción para cancelar el evento. Estaban encantados. Su marido, taxista, se ofrecía a llevarnos.

El siguiente paso era acreditar a Nicolás para poder acceder a la zona mixta y que viera de cerca a todos sus ídolos. Los fenómenos del Departamento de Prensa del Estu (Santi y Eire) no dudaron en colaborar porque su corazón es inmenso (¡GRACIAS!).  Evidentemente, el niño de esto no tenía ni idea.

Llega el día del partido. El padre llega con el taxi y nos dirigimos hacia Carabanchel. No hay lugar para aparcar. «Pero bajar vosotros y yo sigo dando vueltas». Veinte minutos tendríamos que esperar al resignado conductor, pero para el calentamiento estamos ya en nuestro tendido cerquita de la Demencia. Ese noche tocaba protesta contra la directiva, el jefe de seguridad del club y el comisario como culpables de la detención de varios de sus miembros en el anterior derbi. Nicolás no hace caso de la ‘performance’ porque clava sus ojos en cada uno de los movimientos de la ‘Bomba’. Lleva su camiseta de Neymar… «Fue imposible encontrar una de Navarro de su talla en un supermercado», informa su padre. ¡Bien, ACB, muy bien!

Bocata y zumo en el descanso, ‘Papanicolás’ no se espera nada cuando le planteó colarnos por la grada para pillar de cerca a los jugadores del Barcelona cuando termine el encuentro. Su mirada acepta el reto entre el miedo y la esperanza de cumplir un sueño. Al pitido terminal nos levantamos y corremos hacia los vestuarios con cuidado «para que no nos pille la policía». Llegamos a puerto sin ser detenidos. Nico suspira sus nervios.

El primero en acercarse es Chichi Creus. Al narrarle la historia saca unos pins de su bolsillo. «¿Cuántos chicos tienes en el club?» Al decirle que cerca de ochenta el ‘jefe’ lamenta no traer más insignias, pero recolecta entre la expedición todos los posibles y se los entrega a Nicolás.

Van bajando los jugadores por una peligrosa escalera metálica para toreros. Lorbek, Nachbar, Tomic, Oleson, Abrines… Todos se paran ante la silueta mínima de Nicolás, atienden su demanda fotográfica y reciben con una sonrisa el calendario de San Fermín que Nicolás les ha traído de regalo.

Algunos alargan la parada. Lampe, interminable, se sorprende de que ese chiquitín de piel morena tenga una madre polaca. Empiezan a compartir gustos culinarios de sus orígenes entre risas y confidencias.

Pronto pasa Navarro. De largo. Hay prisa. Pero Nicolás le frena mejor que ningún defensa con un desgarrador «Juan Carlos, tú eres mi favorito». Papanikolau, el genuino, sonríe ante la frase a unos metros.

Queda Marcelinho. La noche se va imponiendo y fuera el padre aguarda. Es tarde, pero merece la pena esperar unos minutos más. Aparece el brasileño y no pasa el bloqueo del peque de 8 años. «Lo mejor del baloncesto es jugar en equipo, con tus compañeros y ser buena persona». le aconseja Huertas a su minifan. Se agacha para recibir el calendario y acaricia la cabeza de Nicolás cuando le cuenta que él también lanza a una pierna.

Marcelinho_Nicolas

Una decena de fotografías y una sonrisa más grande que la luna son el recuerdo que Nicolás se lleva para San Fermín. Un sueño cumplido gracias a la cercanía de los jugadores del Barcelona, que podrían ser, estoy segurísimo, de cualquier otro equipo de baloncesto hubiera caído en el embrujo del figura sanferminero.

¿Por qué cuento esta historieta ahora? Porque ayer, cuando el Barcelona derrotó al Valencia con un tiro de Marcelinho a la pata coja como le mola lanzar a Nicolás y logró su pase a la Final ACB, varios de esos jugadores que cuelgan en las paredes de su habitación decidieron retrasar la celebración. Serguei Lischuk, un ucraniano que acababa de hacer un mal cambio defensivo, rompió a llorar desde sus 212 centímetros. La impotencia por esa defectuosa jugada, pensar que todo el trabajo de una temporada había acabado sin éxito, que ese será el último partido con esa camiseta, mirar a toda la gente que teñía de naranja y de ilusiones la Fonteta, todas esas emociones que se le pasarían por su cabeza… caían por sus ojos ante el incómodo enfoque de las cámaras. A su consuelo fueron compañeros de equipo, pero también Tomic, Navarro o Papanikolau en un detalle que les engrandece como rivales y deportistas, en inmejorables ídolos para Nicolás y cualquier otro enano que quiera ser como ellos en un futuro. Quizá no lleguen a esa altura nunca, pero esa lección de valores quedará para ellos. Una lección hecha un abrazo de consuelo que expresa esas cosas que son más difíciles de explicar que un reverso o una pérdida de paso: que la victoria no lo es todo, que hay que saber perder, pero también saber ganar, que todos los gestos no tienen que ser de prepotencia, de egocentrismo, de revancha, que la solidaridad no conoce de colores, que por encima están las personas, que el esfuerzo ajeno hay que recompensarlo… Y por eso son ídolos de verdad, porque son buena gente, no por nada más. Y por eso son grandes. Como tú, Nicolás.

Lischuk_lagrimas

 

7 comentarios sobre “Nicolás y las lágrimas del gigante

  1. Las lágrimas son las que han empañado mi mirada, amigo, mientras leía este post. Esencia del baloncesto en estado puro. Esencia de una vida que nadie nos ha enseñado a vivir y que es mucho más sencilla con alguien como tú cerca. Que se lo digan a Nicolás. Eres muy grande, bro.

  2. amen…gran y preciosa historia de baloncesto de verdad, de ese que se juega en los patios de colegio, en pequeños clubs….que son los que hacen grande a nuestro deporte, y una suerte que los jugadores del Barça (o como bien dices del equipo que hubiera sido) le dedicaran esos 2 minutos a Nicolas, felicidades por la experiencia, a ti por hacerla posible y a Nicolas por disfrutarla, bueno a PAPANICOLAS

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s